In a surprise move Tuesday, the US Treasury announced its intention to nominate Mauricio Claver-Carone to the presidency of the Inter-American Development Bank (IDB), a role traditionally held by a citizen of a borrowing member country from the region. Shortly thereafter, the nomination was endorsed by Brazil, Colombia, and Ecuador. If all voted according to their public statements (the vote is secret), the US nominee already has at least 45 percent of the vote in the bag ahead of the election scheduled for September 2020. Other sources reported that El Salvador and Paraguay have also backed the US candidate. The only other candidate announced formally is Gustavo Béliz of Argentina, supported by his own country and Mexico so far.
It is a critical time for the region. Even before the COVID-19 pandemic, several countries—Argentina, Ecuador, and Venezuela—were already immersed in a profound economic, fiscal, and social crisis. External factors had been contributing to a decline in regional growth as well—falling prices of major commodity exports and dollar appreciation in the context of large (and increasing) dollar-denominated external debt were already slowing growth. And Latin America is the developing region with the lowest domestic savings ratios and very low and decreasing total factor productivity, so, with only a few exceptions, long-term growth rates have been low, and well below other regions, such as East and South Asia. Although the region made notable progress in poverty reduction during the “commodity boom” period, public spending and critical structural reforms in social sectors like health and education lagged, and gains from growth were not shared among the broad base of the population. Informality is overwhelming in some countries, affecting government revenues and regulatory capacity. Latin America is now the most unequal region in terms of income distribution and is home to eight of the world’s 20 most economically unequal countries.
Latin America is now the most unequal region in terms of income distribution.
When COVID-19 hit, neither health nor social protection systems were up to the task. Brazil, Mexico, and Peru are now home to the most COVID-19 deaths and cases per capita in the world. The Economic Commission for Latin America and the Caribbean estimates that nearly 29 million people will fall back into poverty, and the numbers of extreme poor will grow from 16 to 83 million. The region also faces a migration crisis in Central America and from Venezuela, and border control restrictions in the US and regional receiving countries have led to greater use of irregular routes and, in some places, a humanitarian and rights disaster. A financial crisis may also be looming.
By rejecting the convention of a Latin American heading the IDB, the Claver-Carone nomination could be interpreted as supporting an end to the “gentleman’s agreement” that has governed the non-meritocratic election processes at the multilateral development banks since the 1960s—an American at the World Bank, a European at the IMF, a Japanese at the ADB, and a Latin American and African at their respective institutions. In fact, the rules of the IDB, like those of the World Bank, allow for any member country to nominate a candidate. Yet, the Trump administration’s rejection of convention and embrace of meritocracy across the multilateral development banks would be more plausible if it had started at the World Bank last year, or if Claver-Carone’s candidacy had not been met with suspiciously quick support from many countries in the region, well before a strong field of candidates could emerge officially. Other names that had been informally floated included Laura Chinchilla, a former president of Costa Rica, who merited a chance to compete.
More importantly, the IDB’s track record of presidents from the region does not fall squarely into the same outdated category as the American presidency at the World Bank or Japanese presidency at the ADB. Nationalities have varied across IDB presidencies and the tradition of a president from the region reflects a uniquely compelling characteristic of the institution—it is the only multilateral development bank where the borrowing member countries hold the majority of shares and voting rights. This is one reason why the presidency is usually held by a national of the region and cannot be imposed by the US despite its ownership of 30 percent of the shares and voting rights. The vote is decided with a simple majority win and at least 15 borrowing member countries in support.
The countries out in support of Claver-Carone so far have their own asks, of course—Colombia asks for a capital increase, Ecuador asks for attention to social issues, Brazil asks for the executive vice president role. Every country needs urgent economic relief given the COVID-19 crisis and believes that the US will deliver for them. But the US should be clear and supporting countries should demand clear answers on the record: what is the US offering to the region in exchange for a change in the rules of the game? How should we assess the winner’s relative merits and performance going forward? And how will the consequential US presidential election just two months later affect the organization? Watch this space.
El Tesoro estadounidense anunció el martes 16 de junio, en un movimiento sorprendente, su intención de nominar a Mauricio Claver-Carone como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), un rol que tradicionalmente recae en un ciudadano de uno de los países prestatarios de la región. Al poco tiempo, Brasil, Colombia, y Ecuador ya habían respaldado la nominación. Si todos los países votaran de acuerdo con sus declaraciones públicas (el voto es secreto), el candidato estadounidense ya tendría al menos el 45% del voto asegurado antes de la elección que se celebrará en septiembre de este año. Otras fuentes reportan que El Salvador y Paraguay también apoyan Claver-Carone. El único otro candidato que ha sido anunciado formalmente es Gustavo Béliz, de Argentina, quien es apoyado por su propio país y México.
Estamos en un momento crucial para la región. Incluso antes de la pandemia del COVID-19, varios países (Argentina, Ecuador y Venezuela) ya estaban inmersos en una profunda crisis económica, fiscal y social. Factores externos, como la caída de los precios de las exportaciones y la apreciación del dólar (en un contexto de elevada deuda externa denominada en dólares, que, además, está en aumento), estaban ralentizando el crecimiento. Además, América Latina es la región en desarrollo con los ratios de ahorro domestico más bajos y tiene una productividad total de los factores muy baja (y con una tendencia descendente). Por tanto, con unas pocas excepciones, el crecimiento económico ha sido bajo e inferior al de otras regiones, como el Sudeste Asiático. Aunque la región logró un progreso notable en la reducción de la pobreza durante el periodo conocido como el “commodity boom”, se han demorado las reformas estructurales críticas en sectores sociales como la salud y la educación, y las ganancias del crecimiento no se han distribuido a la mayoría de la población. La informalidad es apabullante en algunos países, donde afecta la capacidad regulatoria del gobierno y limita sus capacidad de recaudación. América Latina es la región más desigual en términos de distribución del ingreso, en ella se encuentran 8 de los 20 países más desiguales (en términos económicos) del mundo.
América Latina es la región más desigual en términos de distirbucion del ingreso.
Ni los programas de protección social ni los de salud estaban preparados para un impacto como el del COVID-19. Brasil, México y Perú, tienen los mayores números de muertes y casos per cápita en el mundo. La Comisión Económica para America Latina y el Caribe (CEPAL) estima que aproximadamente 29 millones de personas caerán de nuevo en la pobreza y que los números de extrema pobreza crecerán en 16 millones hasta los 83. La región, además, enfrenta las crisis migratorias de América Central y Venezuela, y las restricciones migratorias en Estados Unidos y otros países receptores de la región, las cuales han llevado a un mayor uso de rutas irregulares y, en algunos lugares, a desastres humanitarios. Incluso puede que una crisis financiera también este en el horizonte.
Al rechazar la convención de que una persona de la región lidere el BID, la nominación de Claver-Carone podría interpretarse como un apoyo a la eliminación del “acuerdo entre caballeros” que ha regido los procesos de elección no meritocráticos de los bancos multilaterales de desarrollo desde los años 60. Según este “acuerdo” un estadounidense preside el Banco Mundial, un europeo el Fondo Monetario Internacional, un japonés el Banco Asiático de Desarrollo y un latinoamericano y un africano sus respectivas instituciones. De hecho, las normas del BID, como las del Banco Mundial, permiten a cualquier país miembro nominar a sus candidatos. Pese a ello, la decisión de la administración Trump de rechazar la tradición y abrazar la meritocracia en los bancos multilaterales de desarrollo sería más plausible si hubiera comenzado en el Banco Mundial el año pasado, o si la candidatura de Claver Carone no hubiera desatado un apoyo tan sospechosamente rápido de muchos de los países de la región, mucho antes de que pudiera haber un mayor número de candidatos oficiales. Otros nombres que han sonado informalmente incluyen a Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica, quien merece la oportunidad de competir.
Aún más, la historia de presidentes de la región en el BID no encaja directamente en la anticuada práctica de que un americano presida el Banco Mundial o un japonés el Banco Asiático de Desarrollo. Las nacionalidades de los presidentes han variado y esta tradición refleja las únicas y atractivas características de la institución: es el único banco multilateral de desarrollo donde los países prestatarios aportan la mayoría del capital y tienen la mayoría de los votos. Esta es una de las razones por las que un ciudadano de la región es quien preside el banco, ya que Estados Unidos, a pesar de aportar el 30% del capital y tener el 30% de los votos, no puede imponer un candidato. La presidencia se decide con una mayoría simple y requiere que al menos 15 miembros prestatarios apoyen la candidatura.
Por supuesto, los países que por ahora apoyan a Claver-Carone, tienen sus propias peticiones: Colombia quiere un incremento del capital, Ecuador mayor atención a temas sociales y Brasil quiere tener el rol de vicepresidente ejecutivo. Todos los países de América Latina necesitan asistencia económica urgente debido a la crisis del COVID-19 y creen que Estados Unidos puede aportar esta ayuda. Pero Estados Unidos debería ser claro y los países que apoyan esta candidatura deberían demandar respuestas públicas y concretas a preguntas como: ¿qué ofrece Estados Unidos a la región a cambio de esta modificación de las reglas del juego? ¿Cómo deberíamos evaluar los méritos relativos de candidato electo y su desempeño futuro? Y ¿cómo afectará a la organización la elección presidencial en Estados Unidos que se celebrará solo dos meses después de la del BID? Debemos estar pendientes acerca de cuáles son las respuestas a estas incógnitas.
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